María nació en 1539 en Sevilla. Era hija de un hombre principal en la ciudad. La primera noticia que tenemos de su existencia la sitúa en el Castillo de Triana, una antigua fortaleza almohade, sede del Tribunal de la Inquisición. Allí también se encontraba su hermana Juana, que siempre se confesó católica.
María conocía perfectamente el latín, medianamente el griego y tenía muchos libros luteranos que estudiaba con frecuencia. Sabía de memoria la Sagrada Escritura, sobre todo los libros del Nuevo Testamento relativos a cuestiones como la justificación por la fe y las buenas obras.
Poco antes de cumplir 21 años, fue encarcelada acusada de luteranismo. Fue visitada en su celda por frailes dominicos y jesuitas para intentar convencerla de su error doctrinal, pero todos salían admirados de sus conocimientos y de la contundencia con que les refutaba.
Los interrogatorios y tormentos concluyeron con la sentencia capital el 23 de Septiembre de 1559. Los frailes que la visitaron para darle la noticia y confesarla dijeron que los recibió alegremente afirmando que no tuviesen cuidado con ella porque estaba preparada para morir por su fe y que estaba bien persuadida de la verdad. Añadió que ella no podía creer que en aquel pan viviese nuestro Señor Jesucristo y que no había que venerar las imágenes, ni invocar a los santos.
El día de su ejecución, tras desfilar por las calles de Sevilla con otros 72 penitentes, Juan Ponce de León, que se había retractado durante el juicio, la persuadía a que se volviera a la fe católica y a la obediencia a la iglesia Romana. María le respondió llamándole “ignorante, idiota y palabrero” y añadió que no era hora de perder el tiempo en discusiones sino en meditar sobre la fe que justifica y salva.
Su hermana permaneció presa hasta que dio a luz el fruto de su matrimonio con Francisco de Vargas, señor de Higuera. A los ocho días de su parto, le aplicaron un tormento, por el cual murió. Como su único delito consistió en no denunciar la fe evangélica de su hermana, en el siguiente auto de fe los crueles inquisidores le dedicaron unas breves palabras de rehabilitación.
Un cronista de la época escribió que María de Bohorquez dejó siempre asombrados a cuantos la oyeron por su ardiente y profunda argumentación teológica y que, a pesar de su juventud, siempre se mantuvo alegre y confiada en su Salvador. En esta actitud dio su vida en la hoguera.
Carmen Aparicio
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