"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

Érase una vez… (Parte 1/2)

Érase una vez un príncipe. Era el más noble de los príncipes, un hombre justo, íntegro, sabio, humilde pero todos reconocían su autoridad. Ayudaba a su padre en los asuntos del gobierno, y el padre iba delegando cada vez más en su hijo, hasta dejar el gobierno de la nación en sus manos.

El padre hacía tiempo que estaba pensando en elegir una esposa para su hijo, y tenía un plan. Cuando el hijo, que consultaba todo con su padre, le habló de su deseo de encontrar esposa, el padre le dijo: “Hijo, he encontrado una esposa para ti. No es lo que se llamaría una princesa, más bien todo lo contrario. No tiene ningún mérito que la haga apta de reinar contigo, sin embargo es la que más te necesita. Estás dispuesto a emprender un viaje peligroso y difícil para ir a rescatarla y a prepararla para casarse contigo?” El hijo aceptó, sabiendo que los planes de su padre siempre eran los mejores.

Emprendió el viaje de incógnito, recorrió un largo camino, tuvo que adentrarse en barrios inmundos y peligrosos, hasta que por fin dio con la elegida – una mujer presa de bandas criminales y mafiosas que la tenían como esclava, sometida a abusos constantes, desnutrida, sucia y harapienta, sin esperanza de salir de aquella miseria. El príncipe le preguntó si quería ser rescatada, y le prometió que si aceptaba, cuidaría de ella por siempre y un día se casaría con ella.

La mujer aceptó, casi no podía creer su buena suerte, se enamoró perdidamente de aquel príncipe y le prometió fidelidad y entrega absoluta. Pero las mafias no estaban dispuestas a dejar ir a su presa tan fácilmente. Tras una lucha encarnizada, en la que el príncipe quedó gravemente herido, por fin dijeron que la dejarían libre a cambio de un rescate de muchos millones. El príncipe pagó el rescate sin pestañear, y por fin se llevó a su novia a un lugar seguro. La llevó al mejor hospital para que pudiera sanar y recuperarse de todas sus heridas, y le dijo que había preparado todo para que no le faltase de nada. Luego se despidió diciendo: “Ahora he de irme por un tiempo, voy a preparar todo para nuestra boda y voy a supervisar personalmente la construcción del palacio en el que viviremos juntos. Pero te estaré enviando cartas de amor, y estaré pensando constantemente en tí y en nuestro futuro juntos. Solo te pido que te vayas preparando para mi vuelta, que vayas preparando tu vestido de novia y que estés atenta a mis cartas para estar lista cuando vuelva a por ti.”

La novia, con los cuidados exquisitos y viéndose libre de su horrible pasado, empezó a sanar y florecer y se fue convirtiendo en una mujer hermosa. Muchos la pretendieron, pero ella rechazó a todos, siempre declarando que estaba esperando a su prometido que la iba a llevar a un palacio en su reino. Fue pasando el tiempo y el novio tardaba en volver. Algunos empezaron a burlarse de la mujer diciendo “tu novio se habrá olvidado de ti, no seas tonta y disfruta de la vida”. Pero ella se aferraba a las cartas de amor que el príncipe le había enviado, las leía una y otra vez. (continuará…)

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