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A los 25 años, oyó la voz de Dios llamándola al campo misionero, a fin de ayudar a rescatar a los que morían por millares en las tinieblas. Experimentó la agonía que supone llegar a saber cuál es la decisión adecuada y descubrió también que Cristo no siempre está interesado en facilitarnos las cosas.
Después de pasar 15 meses sirviendo a Dios en Japón, los médicos la enviaron de vuelta a casa debido a su delicadísimo estado de salud y a las fuertes neuralgias que padecía. El clima tropical debilitaba mucho sus fuerzas. Sabiendo que no podría superar otro fracaso, viajó al Sur de la India, donde supo que el clima le sería más favorable. Su salud seguía siendo muy delicada y llegó allí con 40º de fiebre. Los primeros años tuvo además que soportar una profunda soledad, más todas las dificultades que una joven extranjera y soltera puede enfrentar en un lugar como la India.
Sin embargo, ella se dedicó a estudiar con ahínco el idioma, aunque la máxima dificultad que tuvo que enfrentar fue el peligro físico que experimentaba al comenzar a rescatar niñas de las mismas garras de Satanás. Vestida con ropas indias y teñida su piel con té, Amy intentaba esconderse de los oficiales del templo que la perseguían con violencia mientras se mezclaba entre los fieles que entraban a los templos. Fue entonces cuando ella comprendió por qué sus ojos y cabellos debían ser oscuros. Así comenzó Amy un único y poderoso ministerio rescatando niñas cuyos padres las habían vendido para “casarlas con los dioses” y que estaban destinadas a la prostitución dentro de los templos hindúes. Por causa de su labor fue a menudo acusada de raptar a esas niñas. Los familiares las vendían para poder alimentar a sus hijos varones con el pago por sus vidas.
En 12 años, Amy había ya conseguido rescatar a más de 130 niñas, a las que dio un cuidado personalizado como madre, enfermera y maestra. Eran niñas con problemas sicológicos por haber sido abandonadas por sus padres y a causa del duro e injusto entrenamiento que habían tenido que soportar hasta ser convertidas en prostitutas del templo. Más de 100 años después, Mahatma Gandhi, mundialmente conocido como el apóstol nacional y religioso de la India, declaró:”Siento decirlo, pero hay alrededor nuestro en la India muchos templos que no son mejor que los burdeles” (6 de Octubre, 1.927).
Esta fue la práctica que una mujer sola y extranjera comenzó a desvelar y denunciar en la India de finales del siglo XIX. Finalmente, el gobierno indio reconoció sus servicios a la nación y también llegó a ilegalizar esta práctica.
Carmen Aparicio
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