"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

Ana la profetisa

En el Evangelio según San Lucas, leemos en breves líneas la larga historia de una anciana mujer, Ana la profetisa, que al ver al niño Jesús inmediatamente lo reconoció como el Mesías. Supo estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno para presenciar esta escena. Llevaba toda su vida esperando la manifestación del Mesías prometido y ¡ahí estaba, ante sus ojos!

El padre de Ana se llamaba Fanuel y era de la tribu de Aser, conocida por sus mujeres hermosas, esposas de príncipes y sacerdotes. Estuvo casada durante siete años y no volvió a casarse después de quedar viuda. Llevaba ya ochenta y cuatro años viuda. Podemos suponer que su marido había sido sacerdote, pues ella no se apartaba del templo. Parece como si hubiera querido continuar la labor que su amado había dejado con su partida, pues servía allí de noche y de día, ayunando y orando sin cesar. Su actitud fiel y constante es un reflejo de su gran fe y amor a Dios y a Su pueblo.

Por su parte, José y María fueron al templo en Jerusalén al cumplirse los días de la purificación de María después del nacimiento de su primogénito. Fieles a la ley, ellos ofrecieron dos tórtolas en señal de gratitud a Dios. No tenían recursos suficientes para ofrecer un cordero, pero lo más grande de esta historia es que el niño que ellos llevaron al templo era “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Al instante, Ana supo reconocer la verdadera identidad de aquel pequeño, presentado en el templo por ese matrimonio modesto y sencillo.

Llena de entusiasmo, Ana comenzó a hablar de este niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. Así se convirtió en la primera evangelista, ya que dio a conocer las buenas nuevas a todos los que estaban a su alcance. Su corazón se lo impulsaba de forma imperiosa. De esta manera, Ana pasa a formar parte de la serie de los testigos de la fe del pueblo de Israel. Su vida es el testimonio muy especial de una mujer, en el dintel entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la profecía y su cumplimiento.

Ana podría haberse hundido en su dolor o también haber rehecho su vida, pero eligió pasar el resto de sus días ocupada en Dios y en Su casa.

Carmen Aparicio

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