Seguía pasando el tiempo, y ella empezó a ocuparse en todo tipo de actividades, para – como se decía – aprovechar el tiempo hasta que llegara su prometido. Había mucho que hacer, y su agenda se llenó de compromisos. Cada vez estaba menos pendiente de ver si había recibido alguna carta de su amado, y a veces llegaba tan cansada al final del día que se dejaba alguna carta sin abrir. Pero se decía “seguro que mi prometido estará contento cuando vea todas las cosas buenas que he hecho en su ausencia”.
Poco a poco su pasión se fue enfriando y el recuerdo de su amor pasó a un segundo plano. Ya no pensaba en su vestido de novia, ni en dedicarse a los preparativos para estar deslumbrante el día de la boda. Llegó el día en que se dijo: “No sé cuánto más tardará mi prometido. Voy a divertirme un poco y descansar de tanta tarea. Me voy a ir de crucero con mis amigas.”
Mientras tanto el novio veía que ya se acercaba el día de volver a por su novia. Le seguía enviando cartas, muchas cartas urgentes, pero no se pudieron entregar, por estar la destinataria ausente. Entonces llamó a los siervos de su padre y les encargó: “Salid ahora mismo a buscar a mi prometida, y decidle que le he enviado muchas cartas, es urgente que las lea y se prepare, pues estoy a punto de ir a buscarla.”
Los siervos salieron enseguida y emprendieron la búsqueda de la novia. Por fin la localizaron en aquel barco en el que estaba dando la vuelta al mundo. Le hicieron llegar aviso de que tenía cartas urgentes de su prometido, que era imperativo que las leyera enseguida. La novia pensó: “¿Será que va a volver pronto mi prometido?” Pero sus amigas le dijeron: “No será para tanto, disfruta del viaje y cuando vuelvas a casa, ya tendrás tiempo de leer las cartas.” Ella se dejó convencer, y no interrumpió sus vacaciones.
Cuando por fin volvió a casa, los vecinos la estaban esperando para contarle lo que había sucedido en su ausencia. “Imagínate, vino un príncipe y preguntó por ti, dijo que quería llevarte con él a su reino y casarse contigo! Pero como no estabas, se fue. Se le notaba triste. Dijo que tendría que elegir a otra. ¿Dónde te habías metido? Es que no sabías que iba a venir?”
La mujer quedó destrozada, pues supo que se había perdido el momento que había estado anhelando tanto tiempo, y que rotos quedaban todos los sueños de un futuro maravilloso con su amado. Se arrepintió muchísimo de no haber hecho caso a los mensajeros, pero era demasiado tarde. El príncipe ya no volvería nunca más. Y NO VIVIERON FELICES NI COMIERON PERDICES.
Nos gustan los finales felices, ¿verdad? Pero este cuento termina mal. Si fueras tú la novia, ¿qué harías diferente?
