Anne procedía de una familia noble del condado de Lincoln, en Inglaterra. Era conocida por su carácter entero, por sus muchos dones y por su piedad y fe inquebrantables. Había conseguido poseer una Biblia traducida al inglés, y por su estudio constante adquirió profundos conocimientos del Evangelio. Lo que sabemos de ella es por lo que escribió en los momentos de más duro sufrimiento, cuando fue encarcelada a causa de su fe.
Tenía tan sólo 25 años cuando, en Marzo de 1546, fue citada a comparecer ante un tribunal religioso que, por orden del rey Enrique VIII, debía velar sobre el catolicismo de sus súbditos. Al principio, el juez inquisidor le exigió que diera los nombres de las personas sospechosas de herejía, pero ella no delató a nadie. Después le preguntó dónde había leído que Dios no vive en templos hechos de manos de hombre. Ella, que sabía más que el juez, le citó el discurso de Esteban y las palabras del apóstol Pablo en el Areópago. El juez siguió preguntando por qué prefería leer cinco versículos de la Biblia antes que oír otras tantas misas en la iglesia. Ella contestó: “No lo niego, pero también de la lectura de los Evangelios y las Epístolas en la misa saco provecho y edificación”.
De nuevo se le preguntó con insistencia si las misas de difuntos podían dar a los fallecidos consuelo y alivio. Clara y decididamente contestó Anne: “Sería idolatría y gran blasfemia confiar más en las misas como obras meritorias que en la sangre de Cristo, que ha sido derramada por nosotros”.
Al final, el canciller del obispo intervino en el interrogatorio y preguntó a Anne por qué se atrevía ella, siendo mujer, a hablar de Dios y de asuntos divinos, cuando el apóstol Pablo había prohibido a las mujeres hablar de las Sagradas Escrituras. A esto, la acusada contestó: “La opinión del apóstol de que las mujeres callen en las congragaciones no me es desconocida. ¿Acaso me habéis visto alguna vez en el púlpito? Por eso, tampoco me condenéis por vuestro juicio importuno, mientras que la ley me absuelve”. El juez interrumpió el interrogatorio y ordenó que Anne Askew fuera llevada a la cárcel.
(Continuará…)
Tomado del libro “Semblanzas de Mujeres Ejemplares” de Elfriede Fliedner y Bettina Zöckler