"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

Nace la Vida para ti

Que no nos ocurra hoy lo que ocurrió en una fiesta en la que celebraron el nacimiento de un bebé: los vecinos y familiares fueron llegando y se despojaban de sus abrigos para entrar al salón donde había una gran mesa llena de alimentos y bebidas. Los padres iban abriendo los regalos y recibían los abrazos y felicitaciones de los invitados. En un determinado momento alguien preguntó: ¿Dónde está el bebé que hemos venido a conocer? Cuando la madre fue a la habitación donde lo había dejado dormido, descubrió que sobre la cama ¡habían ido echando los abrigos y los regalos encima del bebé! ¡Éste había quedado totalmente oculto debajo de aquella montaña!

Al igual que en la primera Navidad, estamos viviendo un tiempo Kairos de Dios, cuando Él quiere manifestarse a nosotros y hablarnos, recordarnos que hay dos cosas importantes en las que debemos pensar.

Hay que pensar más en la familia. La tormenta se está desatando y como Noé debemos preparar el arca para que nuestra casa se salve. La primera señal de la formación de una familia es la llegada de los niños. Yo creo que no es casualidad que el Rey de los cielos tomase forma de niño. ¿Os habéis parado a pensar que el Dios soberano podía haber venido a este mundo de cualquier otra manera?

Me temo que si nosotros hubiéramos podido decidir a qué edad tendría que venir el Salvador del mundo, muchos habrían elegido la edad adulta. Sin embargo, de la misma forma que el Padre decidió que Su Hijo viniera como un niño y lo usó desde su infancia, así Dios quiere usar a cada criatura suya, no importa la edad, todos hemos sido creados para ser bendición en este mundo.

“Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc. 2:52). Aquí se describe su crecimiento intelectual, físico, espiritual y social. Todos somos llamados a tener este mismo crecimiento; son como las 4 patas de una mesa estable. Asegurémonos de que nuestros niños crecen así, porque son enviados al mundo para ser sal y luz. Equipémosles con “ropas dobles”, es decir, con protección interna y externa, como lo hacía la mujer de Prov. 31 para que la oscuridad que los rodea no les asuste ni se pierdan en su camino. ¡Nuestros niños son un préstamo!

No olvidemos tampoco predicarles con el buen ejemplo para no ser tropiezo. ¡Sus ojos nos observan continuamente!

También hay que pensar más en el cielo porque el cielo es real. Dejemos de ver el cielo como algo lejano a nosotros porque la Historia de la Humanidad, tal y como la hemos entendido hasta ahora, se está acabando.

Ese niño que nació en un establo de Belén, cuando no había ningún lugar mejor para Él; ese niño que vino para terminar dando Su vida por los que no lo merecíamos: Ese mismo Jesús volverá bien pronto. Podríamos decir que ya está haciendo Sus maletas, porque esta vez no vendrá de vacío, no vendrá desnudo, sino que vendrá revestido y rodeado de toda Su gloria. Volverá de tal manera que todos se asombrarán y se inclinarán ante Él confesando que sólo Jesús es el Señor.

Volvamos a la anécdota del bebé tapado. Busca en estos días de celebración a ese Niño que nació en Belén porque ya no está acostado en el pesebre. Ya no podemos adorar al Niño del pesebre. Tampoco está colgado en la cruz. Tampoco está en el sepulcro. ¡La tumba está vacía! Búscalo y lo hallarás. Quita de encima de Él todas las capas y velos que cubren Su verdad. Que la alegría de Su llegada no quede eclipsada por las fiestas, las ropas de gala ni los regalos.

Jesús está entre nosotros hoy. Reconoce Su presencia aquí y recibe Su regalo de perdón y vida eterna. ¡Ha llegado la Navidad, ha nacido la Vida para ti!

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