"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

Amigos para siempre

Se habla poco de él, pero Jonatán era un guerrero valiente que confiaba plenamente en Dios cuando iba a las batallas. No le importaba enfrentarse a enemigos muy superiores en número y en recursos porque sabía que “no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1º Sam. 14:6).

Jonatán nos permite ver que Dios siempre honra a los hombres y mujeres de acción, que no son perfectos, pero no tienen temor a fallar. Así, tan sólo él y su escudero hicieron que los enemigos tuvieran “pánico, y la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación”(v.15).

Sin embargo, la cualidad más destacada de Jonatán era su fidelidad para mantener su amistad con David, aún a costa de perjudicar la relación con su padre, el rey Saúl. Dicha amistad quedó sellada con un pacto en el que Jonatán entregó a su amigo sus ropas reales. Ésta era la honra más alta que se le podía rendir a un súbdito. Le entregó hasta su espada, su arco y su talabarte, que era un cinturón para llevar la espada. Formaba parte de su vestidura militar y era de gran valor en el oriente. De esta manera, Jonatán equipó a su amigo para ser un guerrero victorioso, en un tiempo en que las armas escaseaban en Israel.

El hecho mismo de entregarle su espada tenía un significado muy especial porque la espada de un guerrero era la misma expresión de su persona. A través de ella, el luchador manifestaba su espíritu de valentía y fortaleza; y esto era lo que Jonatán estaba transmitiendo a David.  

Cuando Saúl quiso matar a David, Jonatán intercedió por él y se ofreció a David con estas palabras tan significativas: “lo que deseare tu alma, haré por ti” (20:4). Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su amigo y añadió: “esté Jehová contigo, como estuvo con mi padre” (v.13). Sabiendo que Dios ya no estaba con su padre, Jonatán manifestó su puro desinterés personal. Demostró la firmeza de su afecto y la convicción de que su familia, por la voluntad divina, sería desheredada y que David sería elevado al trono.

Cuando Jonatán descubrió que no podía convencer a su padre para que perdonase la vida de David, se levantó “de la mesa con exaltada ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía dolor a causa de David” (20:34). Después fue a buscarle al campo, donde “lloraron el uno con el otro; y David lloró más” (v.41). David recibió mucho más en esta amistad a través de la humildad, generosidad y nobleza de Jonatán.

En su período mas adverso, cuando David tuvo que huir al desierto, Jonatán fue a verle y “fortaleció su mano en Dios. Y le dijo: No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel y yo seré segundo después de ti; y aún Saúl mi padre así lo sabe” (23:16-17). Con estas palabras, profetizó sobre su amigo renunciando al trono que a él le correspondía como príncipe heredero y aceptó gustosamente el segundo puesto.

¡¡Aprendamos de este corazón noble y humilde que está dispuesto a darlo todo por amor a Dios y a su amigo!!

Carmen Aparicio

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