Ella sufría una de las peores tragedias que podía padecer una mujer en su tiempo y cultura: no tenía hijos. Aún hoy en día hay lugares del planeta donde una mujer no es valorada hasta que no es madre.
No obstante, su nombre significa “gracia o regalo de Dios”. Con frecuencia ocurre que los grandes dones de Dios vienen a través del sufrimiento. Su dolor se agravaba porque su marido tenía otra mujer, con la cual ella tenía que convivir. “Su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola… ella, con amargura de alma oró a Jehová y lloró abundantemente” (1º Sam. 1:6,10).
En aquel tiempo, el pueblo de Dios estaba atravesando una crisis nacional, los sacerdotes eran corruptos y la Palabra de Dios escaseaba. Podríamos decir que el Señor tampoco tenía hijos en aquel tiempo y Ana tuvo que identificarse con el sufrimiento de Dios.
Su oración marcó un punto crucial en la vida del pueblo de Israel; hizo un compromiso con Dios: “Jehová de los ejércitos, si … dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida” (1º Sam. 1:11). La expresión que usa para dirigirse a Dios significa “Poderoso, Invencible e Invicto, Hacedor de maravillas”. ¡Así es el Dios al que Ana oraba! Este concepto de Su poder marcó su vida y le dio la victoria.
Samuel significa “Dios oye” y Ana lo entregó muy pequeño para ser apartado y preparado para servir a Dios como Su profeta. ¿Sabría Ana que la respuesta a su oración iba a cambiar la nación? Ella también creyó que Samuel sería grande en el reino de Dios, e hizo con Dios lo que Dios ha hecho con nosotros: ¡entregó a su Único Hijo!
Carmen Aparicio
(Te animamos a leer esta apasionante historia y, si no tienes Biblia, te regalaremos
una al ponerte en contacto con nosotros)