Hace unos años estábamos en una reunión de iglesia donde los miembros aportábamos comentarios sobre la marcha de las distintas áreas del funcionamiento de nuestra iglesia. Nos habíamos atascado en el tema de si debíamos pagar a alguien para que limpiase las instalaciones o si deberíamos mejor hacer turnos para limpiar las diferentes familias que formábamos la iglesia.
De repente, un hermano joven, que estaba luchando con una enfermedad grave y que en poco tiempo le quitó la vida, tuvo una participación muy sabia y acertada que nos hizo meditar a todos y terminar la discusión. Con cuánta prudencia y gracia esta persona nos hizo pensar que había asuntos mucho más importantes en la vida de la congregación que requerían nuestra atención. Él ya estaba con su mente en las cosas que son transcendentales en nuestra vida.
Las personas que están cercanas a la muerte quieren prepararse y preparar a sus seres queridos para ese paso trascendental en la vida. Jesús habló a Sus discípulos preparándoles para Su partida, los patriarcas reunieron a sus hijos y oraron por ellos para darles su bendición antes de expirar su último aliento.
Todos sabemos que estamos viviendo los últimos tiempos de la Historia de la Humanidad y esto debería hacernos pensar en que es tiempo de vivir con nuestros ojos y nuestra mente enfocada en la eternidad. Algún día, todos deberemos rendir cuentas de cómo hemos vivido mientras estábamos en este mundo.
Alguien ha dicho que las mortajas no tienen bolsillos; esto quiere decir que no podremos llevar nada con nosotros cuando pasemos a la eternidad. Todo lo que aquí nos está tomando tanto tiempo conseguir y guardar se va a quedar aquí. Sólo llevaremos con nosotros nuestro carácter y el fruto de nuestras buenas obras.
¡¡Que los años que nos queden de vida los vivamos con la mira puesta en las cosas de arriba, y no en las de la tierra!!
Carmen Aparicio
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