"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

ARTÍCULO DE LA SEMANA

Si Dios existe, ¿por qué permite que sucedan cosas malas?

 

Cuando Dios nos creó a Su imagen y semejanza, corrió un riesgo. Yo lo llamo el riesgo de la libertad y del amor. Efectivamente, Dios nos dio libre albedrío, porque nos amaba y quería ser correspondido con un amor manifestado en plena libertad.

Me explico, Dios nos creó para que fuésemos el objeto de Su amor y, a cambio, nosotros podemos manifestarle amor o rechazarle. Podía haber creado seres autómatas, programados para agradarle y obedecerle; pero Dios sabe que esto no sería amor verdadero y no seríamos felices ni podríamos hacerle feliz a Él.

Por lo tanto, el Creador diseñó seres inteligentes y libres para elegir sus propios caminos. La verdad es que la primera pareja no tardó mucho en decidir hacer las cosas a su manera, ignorando los consejos y directrices del Creador. Cada elección que una persona toma libremente tiene unas consecuencias.

Desde el principio, Dios dejó muy claras las consecuencias de la desobediencia a la primera pareja humana que disfrutaba de amistad con Él en Su presencia: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

Adán y Eva lo sabían, por eso se escondieron de la presencia de Dios nada más desobedecer Su mandato. Las consecuencias no se dejaron esperar: “la paga del pecado es muerte”. Dios se está refiriendo a una muerte espiritual. Lo que ocurre es que somos seres tripartitos y nuestro espíritu, alma y cuerpo están conectados. La desobediencia del hombre y la mujer dio paso a la entrada del mal en el mundo. Dios es infinitamente bueno, santo, limpio, recto y justo; pero donde Él no está hay maldad, pecado, suciedad, desobediencia e injusticia.

Adán y Eva no fueron peores que tú y yo. Nosotros no lo hubiéramos hecho mejor que ellos. De hecho, cada día es una nueva oportunidad para seguir cerca de Dios o andar nuestro propio camino. La mayor parte de la gente elige su propio camino. Lo hace libremente y, por lo tanto, no es justo que se queje a Dios de las consecuencias de su pecado.

Carmen Aparicio

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