¿Qué diferencia hay entre católicos y evangélicos?
Yo soy evangélica pero estudié en un colegio católico y la jefe de estudios decía que yo pertenecía a “los hermanos separados”. En aquellos tiempos yo no entendía esa expresión, pero sí sabía que esa profesora no llevaba bien que yo no entrase en la capilla para hacer oraciones.
La verdad es que las oraciones eran frases que mis compañeras escribían con anterioridad y las leían después una detrás de la otra. Pues bien, yo un día decidí entrar con ellas y, simplemente, hablé con Dios delante de mis compañeras y profesoras. Después me pidieron que les escribiera la oración que había pronunciado y les dije que yo no escribía, que esa era mi forma de hablar con Dios.
¿Quizás os preguntéis por qué os cuento mi historia? La cuento porque sirve de ilustración para una gran verdad: Dios no habita en templos hechos por manos humanas. Habita en el interior, El se deleita en las palabras que salen de un corazón sincero, de una fe sencilla que te lleva a hablarle como Padre.
Los evangélicos pensamos que no necesitamos hablar con imágenes que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen. Es más, a Dios le encanta relacionarse con nosotros. Nos ha creado para tener con quien hablar y a quien amar. Somos el objeto de Su amor, personificado en Jesús, que lleva marcas en las manos, en el costado y en los pies, pero ya no está colgado en la cruz, porque ha resucitado.
Sabemos que no profesamos una religión, sino conocemos a Dios a través de Su Hijo. Hemos tenido un encuentro con Él como los dos discípulos en el camino de Emaús o Saulo de Tarso en el camino de Damasco.
Basamos nuestra fe en las verdades reveladas en la Biblia, la Palabra de Dios, por eso te ofrecemos un ejemplar, si estás interesado en conocer a ese Dios que te ama y ha dado Su vida por ti.
Carmen Aparicio