«Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, que no se regocijen sobre mí mis enemigos. Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado; sean avergonzados los que sin causa se rebelan.» Salmo 25:2-3 LBLA
¿Cuántas veces no hemos hecho cosas que deberíamos haber hecho por el temor a fallar y ser avergonzados?
El rey David pide fuerzas a Dios, para vencer esto, pero en realidad él sabía que sí encomendamos al Señor nuestro problema de vergüenza, Él va a tomarlo en consideración y nos va a ayudar.
No temamos, si hacemos las cosas honestamente, con el mejor deseo de agradar a Dios, Él no va a permitir que el temor a la vergüenza nos pueda ni que nuestros enemigos nos avergüencen, al contrario, aquellos que traten de avergonzarnos, serán ellos los que en algún momento lo sufran.
Manuel Cerezo