Más bien, yo diría que huimos de él. Hasta ahora, todos los mensajes que llegaban de nuestro entorno eran invitaciones a mejorar nuestra vida en el sentido de hacerla más cómoda y gratificante. No obstante, de repente, el sufrimiento nos ha visitado de noche, de día y por la tarde… Nadie se escapa de tener algún pensamiento de inquietud acerca de lo que está ocurriendo. Convivimos con la muerte y con la amenaza de ser contagiados por un virus mortal, que ataca gravemente a los ancianos y a los que padecen otras patologías, pero que también se ha llevado la vida de demasiados jóvenes y ahora parece ser que también está causando verdaderos estragos entre niños y adolescentes.
La cosa se agrava cuando en los medios de comunicación te empiezan a decir que “lo peor está por llegar”… Si analizamos que aún nos queda mucho para superar la pandemia y que esta crisis se está llevando por delante los empleos de cientos de miles de personas, las expectativas no son muy esperanzadoras.
Ahora, más que nunca, debemos conocer y creer toda la Palabra de Dios y así recordar el aviso que nos daba el apóstol San Pablo hace más de 2.000 años, cuando viajaba “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Ro. 14:22). La Biblia es nuestro referente y su mensaje no es engañoso. En ella encontramos la verdad que no cambia a través de siglos y generaciones. No nos conviene creer en un evangelio suavizado, que nos hable de “la chispa de la vida”. Creamos la Palabra de Dios, de principio a fin y no nos sorprenderán los tiempos de inestabilidad, carencias ni amenazas. ¡¡Nuestra confianza está en Aquel que nunca cambia y que “padeció hasta lo sumo” para que tú y yo hoy podamos conocer Su eterno amor y correr a Sus brazos!!
Carmen Aparicio
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