"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

ARTÍCULO DE LA SEMANA

MUJERES, MUJERES, MUJERES… LA REINA DE SABÁ

En estos últimos años, he oído repetidamente que llega el tiempo de las mujeres. No quiere esto decir que ya no haya lugar para los hombres, sino que va a haber tanto trabajo y tanta cosecha por recoger que la fuerza de los hombres ya no será suficiente. Viene un tiempo en que las mujeres de Dios nos vamos a levantar para hacer su obra de una forma significativa. Tampoco quiere esto decir que aquellas grandes mujeres que nos han precedido no hubieran estado en su lugar. Lo que yo creo es que ahora estamos siendo llamadas a movilizarnos y a posicionarnos. Este llamado lo han hecho ya algunos hombres en nuestro país.

También creo que parte de nuestra tarea en este tiempo debe ser informarnos de cómo fueron y qué hicieron otras mujeres de Dios a lo largo de la Historia. Podemos aprender mucho de sus virtudes y también de sus errores. Esta es la razón por la que busco en distintas fuentes a fin de conocerlas. Hemos oído la expresión: “¡Mujer tenía que ser!”, por eso pensé titular este apartado así: “Mujeres, mujeres, mujeres…” porque hay muchas y muy diversas pero en todas encontraremos ese toque de Dios que las hace significativas y determinantes.

reina_de_SabaHoy os presento a una reina; es un personaje del Antiguo Testamento pero no perteneció al pueblo de Israel, aunque quizá haya llegado a formar parte del pueblo de Dios. Yo creo que en este mundo hay muchas mujeres que, como ella, van a venir buscando la verdad. ¡Ojalá que cuando ellas vengan a nosotras puedan encontrar las riquezas y la sabiduría que Dios nos ha dado! Nuestra protagonista de hoy es una mujer inteligente, buscadora de verdades. Es una mujer que se moviliza cuando tiene un interés. No se conforma con lo que otros le hayan dicho. Ella misma busca conocer de primera mano y comprobar la veracidad de la información que ha llegado a sus oídos.

Y aquí la tenemos: recorriendo unos 2.000 kms en un viaje de 75 días a lo largo del desierto. ¡No me extraña que esta mujer llegase a impresionar el mismo Cristo! Sabá fue el antiguo reino del este donde hoy se encuentra Yemen, en la parte sur de Arabia y cuya prosperidad se debió al comercio de hierbas aromáticas. Jesús la llamó “la reina del Sur” porque Sabá se encontraba al sur de Canaán (Mt.12:42). Su país se extendió hacia las costas del océano Indico y, en tiempos antiguos, pudo ser considerado como “las partes extremas de la tierra”.

Su visita al rey Salomón no fue para comercializar los productos de su tierra sino para satisfacer su curiosidad. Ella había oído de su fama y sabiduría, quizás a través de las flotas comerciales. Quiso recibir instrucciones de este rey sabio posiblemente para mejorar su nivel de conocimientos y sus capacidades para gobernar su país. Esta mandataria llegó al palacio del gran rey cargada de regalos y productos de su país para recompensar a Salomón por sus atenciones. Como era lógico en una mujer oriental de su rango, llegó acompañada de una caravana de criados y camellos cargados de oro, piedras preciosas y exquisitas especias, a fin de conocer y comprobar la sabiduría que Jehová había dado al hijo de David. Pero, a decir verdad, ella llegó como una mujer necesitada, con el corazón vacío y buscando ser instruida en las cosas de Dios. Esto es justamente lo que Jesús destaca de ella cuando la pone de ejemplo ante los escribas y fariseos. Él llegó incluso a decir que esta mujer se levantaría en el juicio final para condenarles por no saber reconocer la persona ni la sabiduría del Hijo de Dios.

No me cabe duda de que esta historia tuvo lugar en los tiempos en que Salomón gozaba de su máxima prosperidad y de su mejor condición espiritual. Él no la menospreció por “la debilidad” de su sexo sino que la recibió con todos los honores y le dio la libertad para plantear todas sus cuestiones concediéndole todo el tiempo necesario para exponer lo que ella tenía en su corazón. Las “preguntas difíciles” con que ella le probó (1 Re. 10:1), debieron ser enigmas o adivinanzas, pues los orientales de aquella época se deleitaban en esa clase de ejercicios mentales y probaban la sabiduría de una persona por la capacidad y la prontitud en resolverlos. El rey sabio dio una respuesta satisfactoria a cada una de sus preguntas, ya fuesen de índole natural, moral, político o divino. Sin embargo, no hay duda de que Salomón le informó con un especial cuidado acerca de Dios, de Su ley y la adoración que sólo Él se merece. Esto lo podemos deducir por la exclamación que ella hace en el vers. 9: “Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Jehová ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia”. Yo puedo imaginarme a esta mujer pagana, totalmente asombrada, abrumada y anonadada al contemplar la hermosura, las riquezas y el favor de Dios derrochado en la corte de un rey que supo empezar su mandato pidiendo a Dios sabiduría.

Esta ilustre dama empieza a mencionar todo lo que admira: el esplendor de los edificios, la riqueza del mobiliario de palacio, la abundante provisión diaria de las mesas, el orden protocolario de la corte, la atención cuidadosa de sus ministros, las categorías y los trajes primorosos de sus siervos… No obstante, lo primero que menciona es la sabiduría del rey y lo último, como colofón, es su piedad y “los holocaustos que ofrecía en la casa de Jehová” (v.5). Yo creo que el informe que ella hace de lo que ha visto y oído es tan sólo un ejemplo de lo que cada una de nosotras podrá exclamar cuando entre en el palacio del Rey de los cielos.

La reina de Sabá no pudo por menos que llamar “bienaventurados” y “dichosos” a los que tenían el privilegio de experimentar diariamente la magnífica presencia y sabiduría del rey Salomón. Antes de despedirse, y una vez terminados todos sus halagos, aquella mujer hizo espléndidos regalos al rey. Éstos me recuerdan el oro, el incienso y la mirra que aquellos otros sabios de oriente llevaron al niño Jesús. Como podemos comprobar, la reina del Sur no fue una mujer corriente. Ella no pasó por la Historia como una reina más. Supo aprovechar su oportunidad. Se movilizó para encontrar lo que realmente tenía valor. Pagó por ello un alto precio, pero su alma quedó totalmente satisfecha.

Carmen Aparicio.

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