"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

ARTÍCULO DE LA SEMANA

Las madres dan vida… pero también la quitan

La posición central de la mujer en el hogar es paralela a su posición central en toda sociedad madre-hijocivilizada. Deriva de su función necesaria de procrear y del lazo más primario e inviolable: la relación madre-hijo.

En aquellas circunstancias extraordinarias en las que este lazo se rompe, también se rompe la identidad humana del grupo. La mayoría de las características que nos definen como seres humanos y como individuos tienen su origen en el amor de una madre hacia su hijo. De este amor derivan las otras preocupaciones de una civilización por la maternidad: el deseo de una protección y apoyo por parte del varón, la esperanza de una vida en comunidad estable y la aspiración a un futuro mejor.

Los fundamentalistas islámicos reconocen esta importancia de la madre en la sociedad. Ellos ven la necesidad de hacer de ella un blanco de sus ataques y afirman: “Si quieres realmente controlar la familia y la sociedad del futuro, entonces céntrate en la mujer. Ella es el Ministro del Interior de la familia, ella es quien moldea a la juventud”. De hecho, son las madres y abuelas las que imparten las enseñanzas más extremistas sobre el Islam a los niños y a las mujeres jóvenes.

Por otra parte, también vemos en las culturas occidentales y en los gobiernos más democráticos cómo van engrosando su número de liderazgo femenino.  Este hecho se debe al reconocimiento de que el éxito o el fracaso de una sociedad civilizada depende de cómo las mujeres puedan transmitir estos valores morales y éticos a las siguientes generaciones.      El lugar de la madre en el esquema social es tremendamente importante porque ella puede criar niños y niñas que transciendan el consenso y prefiguren el futuro.

Vemos, por tanto, que las madres que ejercen con responsabilidad su maternidad son los árbitros de la sociedad. Especialmente en los primeros años de vida, los cuales son los más importantes para determinar la personalidad de un individuo, para los niños no hay un ejemplo que vaya más allá que sus propios padres y, especialmente, su madre. Entonces podemos afirmar que la madre es quien contiene en sí misma los valores últimos de la sociedad. Esta sociedad llegará a ser lo que las madres sean y lo que las madres demanden de los hombres. Por lo tanto, la madre en el hogar responsabilizándose de la educación de sus hijos se convierte en el último bastión contra el mercado tecnócrata.

Sólo las madres pueden llevar a cabo el acto crucial de la perpetuidad de las especies: la encarnación del nacimiento de un hijo. El nacimiento y la crianza de una persona es la única función de incuestionable valor e importancia para la comunidad humana. Siempre habrá hombres y mujeres en grandes cantidades para llevar a cabo las funciones de trabajo requeridas para sacar adelante nuestras mega empresas y corporaciones. Pero la misma sociedad humana se desmorona sin el liderazgo esencial de las madres.

Todo lo que tiene valor y lo que cuidamos profundamente deriva de la maternidad. Si agotamos todo lo que es esencial en nuestra sociedad, habrá algo de lo que no podamos en absoluto prescindir: simplemente, no podemos prescindir de las madres.

No hay un amor natural más fuerte que el amor de una madre por su hijo. Las experiencias más comunes entre madre e hijo son realmente las más significativas de todas las experiencias humanas. Ser amado y abrazado, arropado y besado, abrigado y limpiado, y alimentado con regularidad son las experiencias que previenen a un pequeño y futuro adulto de ser sobrecogido por la inseguridad y la ansiedad. Si estos primeros años no marchan bien, quedará garantizado de por vida un cierto nivel de disfunción y desequilibrio.

A partir de estas experiencias iniciales, la madre y el hijo avanzan hacia una serie de separaciones a medida que el niño va alcanzando un mayor grado de independencia. Durante este proceso, la criatura pone a prueba los límites de su libertad mientras que al mismo tiempo desea y necesita la constante seguridad de la presencia materna. Cuanto más profundamente pueda el niño interiorizar este sentido de seguridad maternal, más alto será el nivel de salud y estabilidad personal que ese niño llevará consigo a la madurez. Se desarrollará en él o en ella una semilla de seguridad y valentía, un sentido interno de saberse apoyado, incluso cuando esté solo. La presencia interiorizada de una madre buena y comprensiva queda impresa en la personalidad de su hijo aportando un continuo sentido de paz y reafirmación a lo largo de su vida. Si estos procesos significativos quedan interrumpidos o interferidos, la semilla de una enfermedad emocional quedará pronto sembrada.

Millones de bebés y niños pequeños que han sido privados de este cuidado tierno y de la crianza que ellos necesitaban cargarán consigo la inmadurez, la débil autoestima y una gran variedad de desordenes peligrosos de la personalidad que afectarán a sus matrimonios, familias y a la sociedad entera.

El papel de la madre es esencial para la sociedad. Sus valores personales y su carácter quedan invertidos e impresos en sus hijos y, a través de las vidas de estos, moldearán el verdadero futuro de la civilización.

Después de hacer todas estas reflexiones, no puedo más que preguntarme: ¿Qué es lo que está ocurriendo en nuestra sociedad actual? Muchas mujeres hoy en día ya no quieren ser madres. Unas piensan que ser madre ya no está de moda. Otras calculan en precio a pagar y terminan pensando que no merece la pena…

MujerBomba¿Acaso estamos perdiendo uno de los valores más preciados de nuestra sociedad: la maternidad? En mi opinión, la situación se hace extrema cuando oímos noticias como la historia de Reem al-Riyashi: la primera terrorista madre-bomba. Esta mujer, que tenía dos hijos de corta edad, no fue sólo un ejemplo más del terrorismo islámico, tampoco es sólo una prueba más de la grave situación en Oriente Medio. Esta madre nos ha enviado un mensaje a toda la humanidad: el corazón humano está perdiendo uno de sus valores más intrínsecos y valiosos. La humanidad pretende tirar por tierra todo lo que Dios ha establecido para que el ser humano cumpla el propósito con el cual fue creado: llevar fruto, multiplicarse y gobernar sobre toda la creación que Dios le había entregado para que la cuidase y disfrutase.

 

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