"Los que esperan en el señor...levantarán alas como las águilas.." Isaías 40:31

ARTÍCULO DE LA SEMANA

ME QUIERO MORIR

Jamás editorial4pensé que yo podría llegar a pronunciar tales palabras. Recuerdo a un miembro de mi familia que padecía alzhaimer y, cuando aún podía hablar, expresaba su disgusto y decepción con estas palabras: “me quiero morir”. Mi reacción inmediata era regañarle puesto que siempre pensé que no agradaba a Dios el que uno de sus hijos quisiera morir.

Siempre he valorado la vida como un regalo de Dios y me he sentido responsable de cuidar mi vida y la de los que me rodean. Nuestros seres queridos también son un regalo que Dios no ha hecho para que los disfrutemos y vivamos felices a su lado. Esta es la razón por la cual nunca se me había pasado por la cabeza la posibilidad de decir: me quiero morir.

Pero llegó el día en que me lo dije a mi misma, se lo dije incluso a mi marido y a una amiga. Porque hay momentos en la vida que recibimos golpes en nuestra alma y, cuando estos reveses se repiten una y otra vez, llegamos a entrar en una fase de debilidad emocional. Si el sufrimiento se alarga en el tiempo y no vemos salida a nuestra situación y ésta se hace insostenible podemos llegar a flojear y a dudar de que Dios esté al control. La expresión “me quiero morir” vino a mi mente de forma inesperada e insistente. Intentaba luchar contra ella, pero me costó meses superar el desánimo.

La Biblia dice que “la esperanza que se demora es tormento del corazón”. Cuando te ves rodeado por unas circunstancias adversas, ves que pasa el tiempo y todo se te vuelve en contra, es posible perder la esperanza y dejarse llevar por pensamientos de ansiedad, tales como: “me quiero morir”.

Hubo un gran profeta en la historia del pueblo de Israel que se llamaba Elías. El había tenido una gran fe en Dios e incluso había conseguido terminar con la grave sequía que padecía su nación. Dios había escuchado sus oraciones y enviado la lluvia después de tres años. Pero ahora la misma reina le perseguía para matarle y mandó buscarle por todo el país. Se sintió sólo y cansado, física y emocionalmente. Dice la Biblia que él también expresó estas palabras: “me quiero morir”.

Dios mismo tuvo que salir a su encuentro y recordarle cómo había estado con él en los momentos de mayor éxito en su vida. No le recriminó su falta de fe sino que estuvo a su lado ahora que vivía el momento más bajo. Porque Dios no se asusta cuando nosotros decimos: “me quiero morir”. Él mira más allá. Ve nuestro cansancio, nuestra soledad y debilidad y viene a nuestro encuentro para devolvernos las fuerzas y las ganas de vivir.

Carmen Aparicio

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